Aquí os dejo la traducción que he hecho, tened en cuenta que está hecha a partir de los subtítulos, que tienen partes un poco raras, así que puede que alguna cosilla os chirríe:
Edito para decir que, por favor, si alguien quiere copiar este texto y ponerlo en otro sitio diga de dónde lo ha sacado, es decir de Fororítmica. No me hace falta que digáis quién lo ha traducido ni nada, pero si lo he puesto solo aquí es porque me gusta mucho esta comunidad y me gusta aportar mi granito de arena al foro, y ya que no lo hago donando "helados" pues hago lo que puedo
.. 2007 fue mi etapa deportiva más difícil, yo creo. Cuando tuve la lesión en el gemelo en el Mundial. Y lo más difícil de todo era que la entrenadora nunca se creía que sintieras dolor o que estuvieras lesionada. Surgieron distintas historias inventadas de cómo me vendí a Azerbaiyán. Y cosas que mi cerebro adolescente no podía procesar o entender que la entrenadora pudiera decírmelas.
Luego hubo un momento complicado durante la preparación de las Olimpiadas cuando Bessonova fue hospitalizada. Nos dijeron que teníamos que tener un peso concreto para los Juegos Olímpicos. Si no me equivoco, para Anna fueron 48 kilos. Era demasiado poco. Recuerdo que su peso habitual eran 52 kilos. Y ella accedió. Dejó de comer, dejó de beber y sufrió problemas renales. Y una semana antes de las Olimpiadas fue hospitalizada. No estuvo presente en la despedida antes de partir hacia allí, ni en ninguna de las fotos. Fue porque estaba en el hospital.
Toda la preparación para los campeonatos del mundo y para los Juegos era muy complicada, sobretodo psicológicamente. En mi opinión, si se hubiera utilizado un enfoque psicológico distinto, todas esas preparaciones habrían sido más interesantes, divertidas y eficientes. Había una presión psicológica constante, a pesar de que se podría haber evitado. En el Europeo de 2008 lo hice incluso mejor que en los Juegos Olímpicos. Y eso fue porque en ese campeonato las cosas fueron más fáciles al no estar presente Irina Deriugina. Estaba suspendida. Albina Deriugina era la que estaba con nosotras -aunque estuvo todo el tiempo con Anna Bessonova-, y teníamos muy buena relación con ella. Albina sabía que yo podía enfrentarme sola a las cosas, y por eso dedicó todo su tiempo a Anna. Era fácil para mí, estaba muy bien preparada.
Y sin embargo las Olimpiadas fueron una tortura y estábamos deseando que terminasen cuanto antes. Creo que eso es algo horrible para una deportista. Porque cualquier deportista debería estar encantado por ir a las Olimpiadas, deseando que llegue el primer día para competir allí… y nosotras nos moríamos de ganas de que todo terminase. Contábamos las horas y los segundos que faltaban para terminar de competir. Creo que eso no está bien.
Muy poca gente podría aguantar psicológicamente la presión de lidiar con Irina Deriugina… Bessonova no era capaz de prepararse para competir con Irina, y nunca la acompañaba al tapiz, porque si lo hacía Anna siempre lo fallaba todo. Por eso siempre salía con Albina Deriugina. Sin embargo Irina tenía una buena conexión con Yerofeyeva: hacían un gran tándem. Nuestra relación era buena, y yo podía prepararme con Irina y con Albina. Pero es cierto que ambas ejercían bastante presión psicológica y era algo difícil de soportar. Ellas tenían un cierto cariño, a su manera, hacía las gimnastas, y esa conexión era muy pronunciada entre Albina y Bessonova. Yo notaba que Albina me respetaba mucho, e Irina me tenía cierto cariño, de nuevo a su manera, aunque se veía que tenía preferencia por otras gimnastas. Pero no puedo decir que no recibiese algo de cariño por parte de Irina Deriugina.
Hace mucho tiempo de esto, pero sinceramente la verdadera amistad la tuve con Bessonova. Siempre fuimos amigas durante nuestra carrera deportiva. Ella sabía perfectamente que ella era la número uno. Y sabía por qué yo era la número dos. Era algo que cambiaba muy raramente, y si yo alguna vez la superaba ella lo aceptaba a pesar de la situación que vivíamos. (Ahora va un trozo de una entrevista antigua que está sin subtítulos) Por eso nunca nos comunicábamos con nadie del exterior. No teníamos novios, ni amigos. Nuestro equipo era lo único que teníamos. Pero yo tenía una relación muy cercana con Anna.
Yo soy la única ex gimnasta que habla de los problemas de la gimnasia rítmica que estaban presentes hace mucho tiempo y que aún siguen estándolo. No tuve ningún conflicto directo con las Deriuginas. Hubo un momento con Irina, pero ya sucedió después de retirarme. Tuvimos algún malentendido. Y ahora tenemos buena relación, aunque no quedamos para tomar un té juntas.
La cuestión es que sigo en el mundo de la gimnasia rítmica y hay distintas niñas que vienen a entrenar conmigo, niñas que entrenan a un nivel serio en clubs y vienen a que les de clases individuales. Veo a esas niñas que están ya…rotas. Cuando una niña empieza a llorar en un entrenamiento sin razón alguna, cuando se enfada porque no le sale algo… Actuar así con 9 o 10 años no es normal. Cuando una gimnasta que viene a mis clases tiene un tic en los ojos, está nerviosa…miro a su madre, y la madre es normal. Se acerca a la niña, la abraza, no tiene crueldad alguna. Entonces pregunto qué le pasa a la niña. Me dice que ese es su comportamiento habitual en un entrenamiento, porque siempre hay gritos, y si no le sale algo entonces la entrenadora le grita. Y eso hace que la niña ya esté tensa. Yo explico siempre que es imposible que te salga algo bien al primer intento. Pero otras niñas dicen que si no pueden hacer algo al primer intento, entonces no les saldrá nunca. Yo les pregunto de dónde han sacado esa idea. Dicen que es lo que les han dicho sus entrenadoras.
Si yo no hubiera visto a estas niñas no hablaría del pasado de la rítmica y de asuntos que están ahora sobre la mesa. Porque trabajo con diferentes gimnastas, diferentes técnicos… Y francamente, yo tengo un ambiente completamente distinto en el que no las niñas no reciben abuso, ni gritos, ni son golpeadas. Esto es un asunto de Ucrania y de todo el mundo. Vivo en un mundo diferente, tengo un equipo increíble. Me tratan bien y me respetan. Pero resulta que luego vienen estas gimnastas a mí y entonces veo el problema. Y el problema no son las niñas ni sus padres, sino el sitio en el que entrenan.
A mí nadie me ha levantado la mano nunca. Nadie me ha pegado, ni me han tirado un palo o un zapato. Nunca me ha pasado. Pero sí he sido testigo muchas veces de abuso físico hacia otras gimnastas que entrenaban conmigo. Yo principalmente sufrí abuso psicológico. Porque cuando oyes todas esas palabras abusivas hacia ti, o te hablan en un tono insolente también es abuso. Y repito que principalmente lo oí dirigido a otras chicas. Durante 13 años viví en un ambiente de amenazas y violencia constantes. Hacia otros, pero aun así es algo que oyes y es muy difícil, especialmente durante la pubertad. Era muy habitual que te alzasen la voz para insultarte. Además, las chicas que estaban en el conjunto y las individuales eran distintos mundos. La actitud era completamente diferente: las chicas individuales aquí –Godunko pone una mano hacia arriba- y las de conjunto aquí -pone la otra mano muy por debajo. Yo he estado en ambos grupos. Y cuando estaba en el conjunto siempre nos llevábamos broncas. Además siempre nos amenazaban diciéndonos que si se nos caía algún aparato o hacíamos algo mal, o si no hacíamos 20-30 enteros al día, nos echarían de la universidad, no encontraríamos trabajo…que seríamos unas fracasadas, a grandes rasgos. Era una intimidación constante. Las cosas siempre han sido así, y hasta donde sé, siguen siéndolo.
Siempre nos hablaban de nuestros padres. Nos decían que habían criado a bichos raros. Cosas así… Que se habían deshecho de sus hijas, se habían separado de nosotras. Nos decían que nadie nos quería y que éramos unas niñatas malcriadas. Y unas zorras…¡y eso nos lo decían cuando teníamos 14 años! Eres solo una niña nerviosa y te preguntas qué te están diciendo. Era muy desagradable. Nos sentíamos mal por nuestros padres, porque tal vez ellos quisieran tener más relación con nosotras, pero no podían, porque había una separación y ni siquiera podían picar a la puerta. Por eso yo siempre me sentía mal por mis padres. Albina Deriugina escribió una nota en mi agenda: “Padres, enseñen a su hija a convertirse en humana”. Se me quedó grabado. Las Deriuginas nunca estaban satisfechas con la forma en la que nuestros padres nos criaban y la forma en la que nos trataban.
Había gimnastas que podían responder a las críticas de Albina e Irina cuando no les gustaban. Por ejemplo Yerofeyeva, que era muy emocional. Irina le perdonaba un montón de cosas porque la adoraba, e incentivaba cosas que no debería. Si las chicas del conjunto hacían algo así, las castigaban con esfuerzo físico o las expulsaban, y entonces se enfrentaban a una doble presión. Yo generalmente no decía nada. Solo al hacerme más mayor, si me pedían que repitiera un elemento, digamos, 20 veces, por ejemplo un giro dorsal desde el suelo, yo sabía que si lo hacía 20 veces seguidas mi cadera y mi espalda quedarían hechas polvo. Así que respondía que no iba a hacerlo. Y no lo hacía. Sin embargo había chicas que decían, “vale, me destrozaré la cadera, pero voy a hacerlo para demostrarte que puedo”. Y entonces había lesiones y otros problemas.
A medida que creces, tu ego va intentando despertar y decirte que esas cosas no son normales. Los insultos no son normales. Esa gran presión no es normal. Tu cuerpo se resiente. La mayoría de los conflictos con gimnastas surgen cuando se van haciendo mayores. El ego de una gimnasta se puede intentar suprimir, pero aun así trata de asomar como un rayo de sol. Y cuando eso pasa, a las entrenadoras les cuesta encontrar un buen enfoque, lo que es un bajón para ellas. Una entrenadora debería ser capaz de encontrar un enfoque positivo, con un tono de voz normal. En mi opinión, no puedes convertirte en entrenadora sin eso. Es lo primero, y lo más relevante: diferente edad = diferente enfoque. Pero nosotras no tuvimos eso, desafortunadamente.
Había una gimnasta…era la tercera gimnasta por aquel entonces. Y hubo un momento en el que tenía un carácter muy complicado. Se negaba a obedecer, se negaba a hacer lo que nos pedían. Hacía falta hacer algo para solucionarlo, porque tenía mucho talento y podían hacerle cualquier tipo de montaje, incluso podía dar más de sí que Bessonova y yo. Y en un momento dado, recuerdo que estábamos sentadas en el vestuario ella, Bessonova, otra chica y yo. Y entonces ella dijo: “quiero romperme el brazo”. Ana y yo la miramos, yo le pregunté por qué. Y dijo: “No quiero entrenar. Y para irme…” Este es ese momento exacto en el que no tienes elección. Todo el mundo dice que siempre tienes elección, pero en realidad no puedes irte. No puedes dejar la gimnasia. Además, te habrían roto el pasaporte. Hoy en día puedes hacerte un pasaporte para viajar al extranjero cuando quieras, pero en aquella época era imposible. Te habrían expulsado de la universidad, o no habrías entrado en ninguna. Las cosas eran así. Ella (supongo que habla de Irina) podía hacer eso, e incluso llegó a hacérselo a alguien.
Y esta chica dijo que quería romperse el brazo. Empezamos a pensar en cómo hacerlo. Por aquel entonces no usábamos mucho Internet. Recordábamos que si pones un periódico en el agua y saltas puedes romperte algo. Pero no teníamos una bañera, así que eso no era una opción. Así que ¿qué podíamos hacer? La chica sugirió poner la mano en la puerta y que alguien se la cerrase de golpe. Ahora pienso en ello y me doy cuenta de lo desequilibrada que tiene que estar una persona en esos momentos. Y, a la vez, totalmente segura de lo que quieres, aceptando lo que vas a hacer. Yo dije que no lo haría, no era capaz. Bessonova también se negó. Pero había otra chica que dijo que ella le daría el golpe si quería. Y hablando de esa chica, la que cerraría la puerta, su estado mental tampoco era normal. Así que al final la chica puso la mano tras la puerta, y la otra la cerró de golpe. No quitó la mano. Es como si pusieras la mano bajo una sierra para que te la corte, aunque sepas que tal vez puedan volver a cosértela. La chica se retorció de dolor. Nosotras teníamos los ojos como platos, estábamos en shock. Ella dijo que le dolía un montón pero que seguramente no estuviera roto, que había que probar otra vez. Así que volvió a poner la mano en la puerta y la otra chica la cerró. Volvió a gritar. La chica que cerró la puerta subió a la sala de entrenamiento y la otra se quedó allí sentada. Le dolía mucho, le empezó a salir un hematoma enorme y se le hinchó muchísimo la mano. No estaba rota, pero la chica se quedó sentada en el vestuario. No lo recuerdo exactamente, pero creo que estuvo una semana entera allí, sin entrenar.
En resumen, teníamos este tipo de historias. Mirando atrás y analizándolo, deberíamos darnos cuenta de que en vez del brazo podía haber sido un suicidio. Solo para no seguir en aquella escuela.
